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TEXTOS VIEJOS DE CHICAGO PARA ENTENDERLO MEJOR

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Mensaje por eternasaiara Miér 22 Dic - 10:32:02

ACA VAN LOS VIEJOS TEXTOS DE CHICAGO, PARA ENTENDER MEJOR O SACAR SUS PROPIAS CONCLUSIONES.


UN JUEGO DE HORROR PERSONAL, DONDE SOMOS BESTIAS, PARA EN BESTIAS NO CONVERTIRNOS...
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Mensaje por eternasaiara Miér 22 Dic - 10:32:24

ESCENAS MUY DIVERTIDAS Y RESUMIDAS PARA UN MEJOR ENTENDIMIENTO DE CIERTAS ACTITUDES... OJO CON EL METAJUEGO...

(Estos textos pertenecen al libro "La maldicion de la sangre" Cualquiera que quiera leer mas, solo pida y le sera dado)


CAPITULO PRESENTACION



Las noches en Chicago eran últimamente heladas. Ciara se encontraba jugando con sus muñecas Barbies cerca del hogar e Ingrid la observaba mientras leía un par de informes que tenia atrasados para presentar ante Leonardo.TEXTOS VIEJOS DE CHICAGO PARA ENTENDERLO MEJOR 59887364
David había salido a buscar a su Creador. Según sus palabras esperaba encontrarlo en su casa, cosa que Ingrid dudo, por que hacia bastante tiempo que no se lo veía por allí. Ella se ofreció preguntar en la Abadía, cosa que David no podía ir personalmente por alguna razón que Ingrid no tardo en descubrir. El rostro no era el de David. Estaba de incógnito en la ciudad, y aun no se había presentado ante el ducado. No quería hacerlo hasta no encontrar a Aliester. Luego decidirían juntos que hacer. Ingrid acepto esa pequeña trampa con la condición de que no pasara más de una noche en esa condición. Ella se ocupó de llamar a Leonardo para que no se preocupara y avisarle que esa noche tenía visitas en su casa y no era bueno que él fuera. Como siempre él acepto.
Escucho que golpeaban la puerta y un sentimiento de angustia llegó a su corazón. La casa se lleno de una atmósfera fría y gélida. Corrió a donde estaba Ciara levantándose para ver quien había llegado pero Ingrid la obligo amablemente a ir a su cuarto. Cuando bajaba las escaleras, su criada llegaba corriendo, casi sin aliento.
- Señora, señora... por favor, un hombre quiere verla... pero no quiso esperar y... -
- Mi amada Ingrid... - escucho la voz de tonos graves. Levanto la vista de su sirvienta y respiro profundo en un impulso humano de mantener la compostura.
Allí estaba él. Enorme, único. Bello. Endemoniadamente hermoso, con una sonrisa perfecta y maliciosa que la seducía. La criada giro para mirarlo también.
- Tú te duermes.- le dijo y está cayo al piso. Ingrid trato de detenerla, pero él la eleva en el aire y la depositó en un sillón.
- Como te atreves a... - dijo aun nerviosa mientras miraba a la mujer flotar.- como te atreves a venir así, de esta manera y... - luego recordó que ella le había llamado. Él la miraba divertido. Dueño de la situación.
- Tu, mi bella... tu... te tengo en mi mente hace días... ¿por qué será?- le dijo él mientras se acercaba. Ingrid dio varios pasos hacia atrás y choco contra el sillón. TEXTOS VIEJOS DE CHICAGO PARA ENTENDERLO MEJOR 96614358.th

- Me hubieras avisado con tiempo de que venias... así... me... preparaba para... -balbuceo Ingrid odiándose por ser tan vulnerable ante su figura.
- Para... ¿una noche de placer? - se sonrió él mientras ahora la empujaba con su presencia hacia atrás y las luces del lugar bajaban de potencia dejando el salón casi en penumbras. Las rodillas de Ingrid ya no podían doblarse más y se sentó sin desearlo en el brazo del sillón.
- Para recibirte. - terminó la frase ella e intento acomodarse en el sillón, pero él le sostuvo una de las manos y la otra trataba de quitársela de una de sus piernas que ya comenzaba a subirle la falda.
- Ah... - dijo él, y retiro la mano de la falda. Ingrid respiro tranquila y ya lo iba a ser a un lado cuando sus ojos se cruzaron y ahora subía la mano por el escote de ella.
- Basta Aliester... compórtate.- susurra ella mientras sentía que él arrasaba con todos sus sentidos haciéndola olvidar del objetivo primordial.
- No puedo... siempre que nos vemos estas con el esnob de tu amiguito... o con todo un mundo de gente... hoy estas sola... - dijo y calzo uno de sus dedos entre el escote y el corpiño. Ingrid entrecerró los ojos y le quito la mano. El se la garro de nuevo y la llevo a su boca.
- No... Yo... – iba a decirle que no estaba sola. Pero él mordió la punta de uno de sus dedos y ella se rindió por un segundo al beso letal. Quería que su voluntad fuera más fuerte contra él, pero una parte de ella se resistía a dejarlo ir. Entonces lo beso en los labios y cayeron ahora sí al sillón.
Sin dejar de besarse ella desabrocho su camisa y el paso su mano por debajo de su falda. Ella gimió sin poder mantener su compostura. Él mordió cerca de uno de sus senos y trato de bajar aun más la camisa de seda que se resistía a ese arrebato.
Entonces escucharon la vocecita conocida.
- Tío Aliester... - Este giro desconcertado y ante su turbación se encontró frente a la niña que los miraba desde la base de la escalera. Se prendió la camisa aun nervioso y en un impulso por mantener la compostura se resbalo del pequeño borde del sillón en el que habían quedado y cayo al piso. Ingrid grito perturbada ante la situación y se tapo la cara con sus manos. Pero de nada servia. Ciara estaba allí y los miraba en silencio.
- Que... que hace ella acá... - trataba de preguntar Aliester mientras sus piernas se enredaban entre las patas del sillón y la mesita ratona. Ingrid no le respondía. Estaba demasiado ocupada prendiéndose los botones de su camisa.

TEXTOS VIEJOS DE CHICAGO PARA ENTENDERLO MEJOR 49986954

- Tío Aliester... llegaste... - gritaba Ciara corriendo escaleras abajo. Cuando por fin logro desenganchar sus piernas del mobiliario, Ciara se le cuelga del cuello y lo hace caer nuevamente.
- Ciara... ya basta.- esta vez, fue la voz de David quien inquieto a Aliester mientras trataba de sacarla de encima. Miro por un costado a su vástago, serio y enojado y David se apresuro a retirar a Ciara.
- Disculpa, Aliester... ya, Ciara, creo que no es momento para tanto saludo.- trataba de hablar David. Ciara se hizo a un lado y la miro de reojo a Ingrid. Esta trataba de no mirarla, pero la intensidad de sus ojos hizo que volteara hacia ella. Esta la miraba ceñuda. Fueron segundos, pero estaba segura que la niña no estaba muy de acuerdo con lo que había visto.
Aliester termino de levantarse ayudado por Ingrid, y los dos, trataron de arreglar sus ropas frente a frente, ajenos de que los miraran.
- Ciara... a tu habitación... - dijo Aliester aun enojado.
- Pero... - refunfuñó la niña. Solo basto una mirada de su tío para que pegara media vuelta y empezara a subir las escaleras. Ingrid la acompaño, pero la niña no se dejo agarrar por ella y subió sola.
- Déjala, Ingrid... debe aprender a respetar la intimidad de las personas.-
- Pero es una niña... -
- Esta bien... anda y malcríala.-
Ingrid volvió a su lado y se quedo esperando que alguien tomara la decisión de hablar. El silencio se había vuelto difícil. TEXTOS VIEJOS DE CHICAGO PARA ENTENDERLO MEJOR 27584936
- Iré a... - tartamudea David algo confuso.- iré a... malcriarla... - y miro el cuello de Ingrid que tenia un hilo de sangre. Aliester la atrajo hacia él con una de sus manos y le beso el cuello lamiéndole la herida.
- Que hemos hecho. - le dijo y se quedo abrazado a ella por un momento. - No vuelvas a permitírmelo...-
Ella lo hizo a un costado y se fue hacia la ventana.
- Supongo que tienen mucho de que hablar con tu vástago. Los dejare solos. -
- No... - dijo él y se le acerco. Ella volvió a hacerse a un lado y agarro sus informes. Luego comenzó a irse. No tenía ganas de salir de la casa. Tampoco quería quedarse. Pensó en la sala de invierno para despejarse un poco.
Aliester siguió con la mirada a Ingrid hasta que esta desapareció tras el pórtico que separaba la sala de la biblioteca y por unos segundos trato de sostener el perfume de esa mujer en sus sentidos, pero una vez mas se escapaba. Su mente y su razón rápidamente lo sacaron de ese estado emocional para dirigirse a lo que ahora importaba. Descubrir cuales eran las intenciones de David y cual era la razón por la cual había viajado a Chicago sin avisarle pero por sobretodo y primordialmente porque había traído consigo a Ciara.
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Mensaje por eternasaiara Miér 22 Dic - 10:33:05

Camino hasta la sala de música y apenas entro, un escalofrío recorrió su cuerpo. Había algo en esa casa que lo hacia sentir incomodo. Creía saber que se trataba de su bestia interna que intentaba huir de ese lugar donde se encontraba amenazada por la humanidad de su antigua dueña. Era un aura mística llena de paz en el lugar que además comenzaba a rodear a Ingrid y hacia que se aleje aun más de él. Fijo su mirada en una copa de cristal y esta se elevo viajando a través de la habitación hasta su mano. Apenas sosteniéndola con la punta de sus largos dedos camino hasta la gran ventana y mirando hacia fuera espero a que David se presentara. Poco después este apareció, golpeo apenas la puerta y la abrió temeroso. No era ese el recibimiento que esperaba de su Creador, y apenas lo vio, recordó el mal carácter y lo molesto que estaba últimamente. Aliester se dio vuelta y lo enfrento. Verlo en aquel nuevo cuerpo lo desorientaba, no sabia si seguía siendo el mismo David y no podría resistir que su más fiel vástago le diera la espalda. No otro de ellos, no otra traición.
David encaró a su Creador. Desde allí, veía como las sombras del lugar resguardaban su cuerpo impresionante y sobrenatural y trato de no mirarlo más de lo debido. Era tal su presencia, que lo impulsaba sin querer a mantenerse alejado. Sabía que podía comenzar una discusión en ese momento y preparo su mente para no develar más de lo necesario y por sobre todo para tratar de percibir cuan distanciado de sí mismo se encontraba su Creador. Fue allí que vio la copa en la mano de Aliester y supo que ahora el reto seria aun mayor. Todas las puertas de la habitación se cerraron a la voluntad de este, y tras el golpe seco, silencio. David no se movió, en cambio Aliester se acerco unos pasos a su vástago. Su cara no mostraba ninguna emoción como solo él podía hacerlo. Inalterable como la misma muerte. Elevo la copa y la dejo suspendida en el aire dada vuelta, entre él y David. Sabia de que se trataba ese truco. Era un ritual que no permitiría que nadie escuchara nada de lo que sucediera en esa habitación, así como tampoco ninguna mentira podría tener lugar en la conversación porque instantáneamente la copa se quebraría en pedazos. Aliester sonrió y David solo siguió mirándolo fijo esperando a que su Creador hablara.
- Bueno, bueno -comenzó Aliester a decir mientras caminaba lento hacia la ventana, ahora dándole la espalda - ¿Que asunto tan secreto trae al correctísimo Señor ingles a mis tierras sin que este se presente o de aviso de su llegada y lo que es más intrigante lo hace pedir asilo en la casa de la Aristocrática Ingrid Whitestone?- Recalco las ultimas palabras y luego continuo.- Sin olvidarnos por supuesto que también esta razón le hizo traer a mí mas preciada creación poniéndola en peligro-
David sabia que no tenía manera de escapar de esa situación, solo su astucia podría ayudarlo a no debelar la verdadera razón y al mismo tiempo no mentir para que la copa no se quebrara. Pero también sabia que de todos modos, su Creador era un maestro de la retórica y que era casi imposible evadirlo en ese terreno. Una larga espera para una respuesta, solo lograría levantar aun más las sospechas así que trato de evadir la pregunta con la más simple de las tácticas, matar una pregunta con otra.
- ¿Que es lo que le esta sucediendo mi Creador? Su conducta ha estado siendo por demás irregular.-
Aliester dejo escapar una sonrisa y se dio vuelta para enfrentar a su vástago. Su mirada era una mezcla de desconcierto y desilusión. Luego volvió la tirantez.
- ¿Eso es lo único que puedes utilizar para encubrir tus intenciones David?- le dijo casi irritado- ¿qué mi conducta es irregular?, ¿Quieres saber que es tooodo lo que me ha pasado? Eres decepcionante, David, esperaba algo mas de ti. Pero me temo que eres uno más del montón, igual a todos, patéticamente previsibles. Ahora... ¿vas a responder a mi pregunta?-
A pesar de la respuesta de David la copa seguía en su lugar, pero este se dio cuenta que había dicho una estupidez. Todos sabían lo que había pasado o por lo menos parte. Y su Creador tenía todo el derecho del mundo en reprocharlo.
- Solo me preocupo por usted mi señor.- Trato de salvar la situación sin dejar de decir la verdad.
- Te preocupas por mí. ¿Por mí?- Recalco Aliester señalándose.- ¿Acaso crees que necesito de ti, David? ¿Acaso crees que necesito de tu débil hechicería chamanica para protegerme? -Aliester termino su pregunta con una seca risa sarcástica y luego volvió a hablar- No David, tu respuesta no satisface a mi pregunta. ¿Qué demonios hace Ciara en esta casa? ¿Que demonios hacen los dos aquí?- Termino de decir y giro para no mirarlo. Se agarro la nuca nervioso.
La furia comenzaba a ganar territorio en Aliester y volteo acercándose peligrosamente a David. Este no quería que la violencia diera a lugar, por mas que tratara de defenderse podría salir demasiado herido, y últimamente, según los comentarios que le llegaban, su Creador solía utilizarla muy seguido.
- Por favor, no existe un verdadero motivo por el cual usted deba ponerse de esta manera, mi señor -dijo David mientras buscaba desesperadamente en su mente la forma de esquivar el motivo y al mismo tiempo lograr satisfacer la curiosidad de su Creador- la razón por la que he venido es porque la pequeña Ciara a estado mostrando señales de comportamiento extraño. - David levantó la mirada y presto atención a los rasgos de su Creador. Este escuchaba atento, con una leve mueca de fastidio.- Y estoy preocupado por ella.- quiso terminar ahí, pero su Creador no manifestó cambios de estar satisfecho con la respuesta. Entonces continuo hablando.- Y el no haberle avisado de mi viaje fue una manera de no elevar sospechas por parte de la Abadía, así no sabrían que había viajado con la pequeña. Buscar refugio aquí fue una manera también de que el Linaje no se entere de mi visita, porque sé que su refugio se encuentra vigilado... - Aliester lo interrumpió posando su dedo en sus labios en forma de silencio. Luego se le acerco y apoyo una mano en su hombro. David se sintió un poco más tranquilo y el hecho de que Aliester se mantuviera en silencio significaba que la respuesta había sonado convincente. Había logrado ocultar sin mentir, pero no podría hacerlo por siempre. Tendría que encontrar la forma de dar por terminada aquella conversación.
- Quizás seria bueno que ahora la valla a ver. La pequeña quedó algo consternada después de lo que presencio.- Dijo David, pero al ver la expresión de enojo de su Creador, quiso no haber abierto la boca.
- No me digas lo que tengo que hacer, vástago. – le reprochó Aliester amarrándolo de la nuca.
- Lo siento... Mi Señor.- Dijo David bajando la cabeza ante su Creador. Este aun no lo soltaba, y aunque no ejercía presión, no le gustaba tenerlo tan cerca.
- Tú, vástago mío, aun no estas preparado para alguien como Ciara. Tú, deberías aprender ciertas cosas antes de tomar decisiones que no te corresponden.- Y lo soltó, dejándolo libre por fin de su presencia. David levantó la mirada y ahora lo vio en el centro del salón. Tenía las manos apoyadas en su cintura y lo contemplaba de forma amenazante. Apenas una sonrisa.
- Hay algo en ti, David... hay algo que me ocultas. Puedo sentirlo... No te perderé de vista.- TEXTOS VIEJOS DE CHICAGO PARA ENTENDERLO MEJOR 44063091
- No entiendo... solo quise obrar de la mejor manera, Mi Señor. No es mi culpa si me dio a defender a un ser que ni Dios sabe que es... Estoy acá, solo por usted y... - Se sorprendió David reprochándole de una manera poco usual en él. Pero era la verdad. La copa seguía en su sitio, y era hora de que su Creador entendiera lo que le pasaba. – Disculpe... tiene usted razón, esa decisión no me correspondía... Volveré a Londres, si así lo sugiere.- le contesto y volvió a bajar la cabeza. Aliester había girado hacia la ventana y podía ver enfrente al salón, la sala de invierno donde ahora Ingrid se había retirado. La figura de ella lo perturbaba y casi no escuchaba lo que su vástago le decía.
- Retírate, David... hablare mas tarde contigo... hay cosas de las que deberé prepararte... - le dijo su Creador casi sin atenderlo.
- Si, Mi Señor.- Le contesto David y salió de allí, mirando a su Creador como se entretenía observando algo por el ventanal. Antes de salir, vio como la copa volvía a su lugar por si misma y se sintió aliviado de haber podido sobrellevar la presión de su Creador. Esta vez había sido fácil, no estaba seguro de poder enfrentárselo otra más.
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Mensaje por eternasaiara Miér 22 Dic - 10:34:43

CAPITULO
TEXTOS VIEJOS DE CHICAGO PARA ENTENDERLO MEJOR 45617615.th
Ingrid se quedo tratando de leer el libro que tenia en sus manos, pero los pensamientos estaban en otra parte. Las noticias que Mikel le había dado, la repentina aparición de Aliester en su casa, y la pequeña Ciara bajo el mismo techo de tantos inmortales no la dejaban concentrarse en la lectura. Su celular sonó y la sobresalto. El nombre de Leonardo aparecía en su pantalla y no tardo en atender dándose cuenta tarde que estaba más nerviosa de lo que ella hubiera deseado.
- Leonardo, hola.- dijo Ingrid tratando de no transmitirlo en su voz.
- Hola Ingrid, ¿sucede algo?- pregunto el inocente.
- ¿A que te refieres?-
- Te noto algo extraña.-
- No, nada... - trato de mentir.- Seguramente me exalto el ruido del teléfono ya que estaba muy concentrada en algunos papeles. - hizo una pausa y luego continuo.- dime Leonardo ¿que se te ofrece?-
- Solamente quería saber como estabas, hace unos días que no te veo y... - hablo Leonardo pero ella lo interrumpió.
- Los se, los dos estamos muy ocupados. Me gustaría verte pero... - no quería mentir, la verdad era que no estaba con ánimos.
- Podríamos vernos ahora.-
- Realmente quisiera terminar primero con estos papeles, debo tomar una decisión con respecto a este Vástago fugitivo que sigue haciendo de las suyas.- su voz sonó entrecortada.
- Esta bien, entiendo.- El tono con el que respondió Leonardo no hizo que Ingrid se sintiera mejor. Pero ella tampoco se asegura de arreglar esa difícil conversación.
- Espero tu llamada mañana.- le dijo y viendo que no había sido muy satisfactoria, trato de solucionarlo.-Gracias por llamar.- y sin preverlo corto antes de escuchar la contestación de él.
Dejo escapar un suspiro y miro al celular como esperando una respuesta de este. Luego siguió observando por la ventana como la noche cubría ahora las flores que hacia milenios no se abrían para ella. Advirtió que no se hallaba sola. Giro hacia la puerta y allí estaba Aliester que la miraba detenidamente desde las sombras.
- Aliester, deja los juegos.- atino a decir mientras este se acercaba.
- ¿Que es lo que él te ofrece? - Su voz era un susurro.
- Porque preguntas esto ahora. . . ¿porque?- le contesto Ingrid alejándose dos pasos para mantener una prudente distancia. Él tenía extendida su mano abierta hacia ella.
- Dime que es lo que él te puede dar que yo no halla nunca intentado.- Su voz notaba tristeza pero su mirada era gélida y sin expresión.
- No Aliester, no voy a dejar que empieces con tus juegos como hace un momento, no vas a lograrlo esta vez.- le contesta ella haciéndolo a un lado. Volvió a mirar por la ventana dándole la espalda. Afuera comenzaba a nevar. Este se acerco hasta Ingrid y la tomo por los hombros apoyando su frente en la cabeza de ella. Había cierta fuerza misteriosa que la obligaba a permanecer a su lado. Se dejo estar en sus brazos escuchando el sonido silencioso de los copos. Algún lejano ladrido. Una sirena policial. Un ruido en la casa.
- Recuerdas la noche en la que me dijiste que existían razones para mantenernos "vivos"?- fue Ingrid quien rompió el silencio.- La noche en que me devolviste la confianza en mi misma... era igual a esta, el cielo estaba cubierto de color gris y los copos de nieve caían haciendo figuras en el aire... recuerdo que no podía dejar de mirarte a los ojos.- Aliester se mantenía en silencio. - No, no podía dejar de mirarte aunque me moría de vergüenza porque mi rostro estaba desfigurado por los rayos del sol.- Giro apenas para encontrarse con sus ojos.
-¿Dónde ha quedado ese ser, Aliester?-
- A muerto.- Respondió el de manera seca y mirando el vacío del reflejo de la ventana. - Con cada traición una nueva herida se fue abriendo y ahora agoniza. Lo poco que quedaba, agoniza.-
Ingrid cerró los ojos y volvió a estar de espaldas, este aun se apoyaba en ella.
- Temo por ti Aliester.- Una lagrima corrió por su mejilla - Temo que te pierdas en tu propia locura y nunca vuelvas a encontrarte. Temo que te vuelvas uno mas de todos los antiguos que se vuelven mas fríos que el hielo... temo por ese corazón que se que hay en ti y esta muriendo.- Se dio vuelta. Con una mano acaricio el rostro de Aliester que ahora la miraba fijo.
- Aun te encuentro en tus ojos, se que estas ahí, pero cada vez se hace mas difícil. Cada vez tus ojos dejan de pertenecerte un poco mas... - paso sus dedos por sus labios y el le sostuvo la mano retirándosela.
- No te dejes vencer Aliester no te dej... - Aliester la interrumpió poniendo un dedo en los labios.
- sh... - su mirada era una mezcla de duda y confusión. Sus ojos empezaban a irritarse y bajo el rostro alejándose de ella. Dándole la espalda, empezó a irse.
- Aliester, por Dios, no te dejes vencer... - alcanzo a estirar su brazo para detenerlo. El giro y se la enfrento. Ahora dejaba entrever una mezcla de resentimiento y dolor. No era por la reacción de ella, era por su propia debilidad. Se soltó de la pequeña mano, y se detuvo un momento siempre de espaldas como si fuera a decirle algo, pero el silencio los envolvió. Luego volvió a girar y la miro.
- Dile a David que se comunique conmigo... quiero que esa niña salga cuanto antes de Chicago.- Ingrid lo miro confundida. Odiaba cuando cambiaba de tema de esa manera tan infantil.
- ¿es todo lo que tienes para decirme?... ¿Esa es toda tu respuesta?- exclamo Ingrid perdiendo la paciencia. Su tono de voz era elevado.
- si... No se que quieres oír... quieres palabras dulces, embriagadoras, mentiras... solo mentiras que nada dicen de las verdaderas intenciones... Dime que me amas... Dime que por mi bajarías la luna... Dime que lamentas haberme dejado como me dejaste... -
- Tu me echaste de tu lado... - le interrumpió ella, secándose las lagrimas.
- Puras mentiras... solo son palabras... - dijo el y sus ojos expresaron una enorme tristeza.- puras palabras vacías... - Grito y ella dio un paso atrás. El la aferró del cuello y bruscamente la apoyo en el alfeizar de la puerta.
- Estas enfermo... me haces daño.- gimió ella.
- No... Esto no es daño... es miedo. El miedo que yo siento cuando me hablas de esa manera. Por mi cabeza aparecen miles de preguntas que giran y giran una y otra vez tratando de descifrar si lo que me dices es verdad... -
- Es verdad... Oh, dios, Aliester, cálmate... -
- Estoy calmado... - dijo el y la soltó. - pero ya no hables de lo que fuimos o dejamos de ser... -
Ella se apoya en el brazo del sillón sin fuerzas. Se quedo allí tratando de no escucharlo.
- Tu me pediste que te dejara.- levanto su mirada y el le acaricio la mejilla.
- ¿Y tu crees que esa es una buena respuesta? Mi bella Ingrid, te convirtieron sin amor, y sin amor te secaras-
Por un instante, Ingrid cerró los ojos y tuvo el vago recuerdo de esa terrible noche. Se quedo tiesa mirándolo. El no le soltaba el mentón y la obligaba a enfrentarse a sus ojos azules que tenían un brillo diferente y acusador. Su sonrisa era burlona.
- Te pedí que me dejaras, pero fue muy fácil para ti olvidarme... -
- No me juzgues, no sabes lo que estas diciendo... - le contesto intentando soltarse de las manos de él.- tu decidiste siempre tu destino, tu me exigiste de forma egoísta que me valla... me echaste de tu lado y no me diste ninguna oportunidad por volver, y ahora de la misma forma me lo reprochas... sin piedad tomaste a ese ser despreciable de Sebastián Sender... pobre alma oscura que exprimiste con tus manos... ¿y me echas a mi la culpa?. No tienes derecho y no lo tolerare... no mas... - y de un manotazo le suelta la mano y se aleja. Aliester permanecía en silencio mirándola. - eres despreciable... te hablo sobre tu bienestar y sales con cosas que creí superadas... de que mentiras me hablas... tu eres el mas mentiroso y ya basta, no quiero discutir tonterías.- concluyo Ingrid dirigiéndose hacia la puerta.
- Estas celosa... - se sonríe él y luego su rostro volvió a estar serio.- estas tan celosa que no puedes ni pensar.- se río suavemente, aunque por mas que no quisiera las palabras de Ingrid dolían. Luego le tomo las manos.- Mírate, tu cuerpo esta tan tieso como el día en que te hice el amor... - ella se soltó y bajo la mirada turbada. Era un recuerdo extraño que se había obligado a olvidar.
- Tienes necesidad de mí, por que fui el único que te hizo sentir. Sentirte viva- El acaricio un mechón de su cabello y ella intenta alejarse unos pasos. Tenía su mano apoyada en su sien, y la mirada baja. No quería escucharlo, por que por dentro le dolía que fuera verdad. - Pero no te pongas mal, por que los dos estamos igual... Siempre vuelvo a ti... - le beso el cabello y ella levanta la vista.
- Déjame sola... Creí que me escucharías, pero sales con niñerías... celosa de que... de quien..., vamos Aliester, se sincero conmigo... yo tengo quien me ame... ¿y tu?- Le contesto Ingrid sin pensar lo que decía. Todo lo que escuchaba de Aliester la hería cada vez mas profundamente y pronto no podría resistirlo más.
- Tú tienes un perrito.-
- Eres tan infantil.- la voz de Ingrid perdía fuerza.
- Soy sincero... me pediste que sea sincero. Dime ahora tú si no es tu perrito. Quiero creer que estas con el solo para ascender en la carrera ridícula que elegiste. Puedo entenderlo... pero amarlo... no.-
- Para empezar no es ridícula la carrera que elegí... - Comenzó a responder Ingrid. Ella perdía fuerzas para discutir ya que los recuerdos se arremolinaban en su mente y la confundían. Las anteriores palabras de este resonaban haciendo eco en todo su ser "Sin amor fuiste creada y sin amor te secaras".
- El jamás te dejara ascender... serás siempre su ayudante Disciplinante y allí te quedaras. Lo puedo ver.- le interrumpió dando un par de pasos al costado.
- No sabes lo que decís. Ni siquiera lo conoces. Tú estas celoso y por eso tratas de menospreciarlo.- Aliester rió y ella tuvo ganas de golpearlo.
- ¿Cuantas veces saliste a perseguir pobres vástagos renegados, o cortaste cabezas para acabar con los despreciables? Tu vida de Disciplinante es muy fácil, mi querida. Pero supongo que alguien te explicó que todos ustedes tienen cierta preparación antes de ascender... o sino, nunca ascienden. Tal vez no sea su culpa, y fíjate que ahora lo defiendo, pero ser Disciplinante o peor aun, un Magistrado, no se trata de salir a estudiar leyes. Las leyes mortales son muy diferentes a las nuestras. Deberás matar, con tus manos... acabar con la no-vida de nosotros, los renegados. Y tu no matas... no eres capaz.-
- Que sabes tu de lo que soy capaz.- Ingrid se sentía mareada.
- Tu no matas.- repitió el, y ella giro su cabeza para no mirarlo.- Tú quieres ser una Disciplinante para salvarnos. Tú eres mucho más anarquista que todos nosotros, por que luchas para que no cometamos travesuras... Mi amor, y él lo sabe. Eres tan inocente y transparente que a veces me odio por no ser tan puro como tu. Estoy tan manchado que me da miedo que te manches tu también... quizás fue por eso que te pedí que te alejaras de mi. Pero te fue tan fácil dejarme solo... tan fácil... - Ingrid lo miro y sus ojos estaban llenos de lagrimas.
- No estabas solo. Estaba Sebastián.-
- Estaba solo. Por eso estaba con Sebastián. - Hizo una pausa y se quedo mirando el vacío.- Solo quería ayudarlo, y termine amándolo de una forma extraña. Me daba fuerzas para no buscarte. Me protegía con su debilidad. Su inocencia me abrumaba y... - pensativo bajo la cabeza. Los recuerdos le perturbaban. Podía sentirse en el tono de sus palabras.- Dios, los Ángeles son tan parecidos a los demonios, que el solo verlo me da temor por caer nuevamente ante su poder infernal. Y tú estas tan lejos.- la miro. No había lágrimas en sus ojos pero su desconsuelo se dejaba entrever.
TEXTOS VIEJOS DE CHICAGO PARA ENTENDERLO MEJOR 66106466.th
- Como pudo hacerte tanto daño... - susurró ella y se abrazo a Aliester.
- La culpa es mía, siempre es mía por creer en una mirada. Pero ya no quiero seguir así.- agarro el rostro de Ingrid con sus manos.- por eso, perdóname si no creo todo lo que me decís o te trato mal... pero estoy tan vulnerable que podría tocar mi corazón con los dedos y sentir el dolor... y tu... no estarás ahí para salvarme.-
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Mensaje por eternasaiara Miér 22 Dic - 10:35:23

Lentamente una lágrima empezó a escaparse de sus ojos azules. Una diminuta y pequeña lagrima. Se soltó rápidamente de ella evitando ser visto. Pero era tarde. Ingrid estaba paralizada y en silencio sin saber que hacer. Nunca había visto llorar a ese antiguo ser. Nunca en lo que su memoria podría recordar. Y con todo el horror del mundo empezó a analizar que en realidad no era humanidad lo que había perdido en todo este tiempo, sino que la misma lo estaba sofocando.
Ingrid siguió con la mirada la lágrima que rodaba lentamente por la mejilla de Aliester, hasta que está cayo y murió en el suelo dejando una mancha roja. Volvió a subir su mirada para encontrarse con los ojos azules de Aliester.
- Estas temblando- dijo Aliester dándose cuenta como el cuerpo de Ingrid no dejaba de moverse. Nuevamente sin saberlo Aliester rompía todas las barreras que había en Ingrid y ella no pudo sostenerse más y estallo en llanto.
- Por favor, basta- Fue lo único que atino a decir Ingrid, mientras el eco de las palabras volvía ahora con mas fuerza en su mente, "Sin amor fuiste creada y sin amor te secaras”. . .
- Oh Dios!- Dijo Ingrid en un quejido, mientras se aferraba a los brazos de Aliester. Sentía como poco a poco todo en ella se estaba quebrando y toda aquella fuerza que siempre había tenido y caracterizado se caía a pedazos.
Aliester no entendía bien que estaba sucediendo ya que Ingrid se estaba mostrando débil, más vulnerable que nunca y totalmente desprotegida. Algo que nunca le gusto demostrarle a los demás.
Se dejo caer hasta quedar de rodillas en el suelo y su cabeza apoyaba sobre las piernas de Aliester que la miraba atónito y confuso. En un movimiento rápido se alejo de él tratando de pararse, pero nada de lo que hacia podía controlarlo y tiro unos mazetones a su paso rompiéndolos y llenando de tierra el suelo, cayendo ella otra vez sin fuerzas para levantarse. Lloraba y sus quejidos eran como los de una niña que siente miedo. Aliester estaba inmóvil por el asombro. No entendía que le estaba sucediendo y la observaba en el suelo sufriendo por fantasmas invisibles que la rodeaban. Aquella no era Ingrid, no era su Ingrid.
- Oh Dios, ayúdame, Oh Dios.- Volvió a decir Ingrid entre sollozos y Aliester la abarco con sus brazos para protegerla de alguna manera. Como un pantallazo del mismo infierno las imágenes del nacimiento de Ingrid a la oscuridad llegaron a su mente. En ella, esa noche todo era mágico.
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Se iba a casar con el hombre que amaba, estaba bella y radiantemente humana como nunca la había visto. Reía adolescente, llena de expectativas y tuvo que soltarla para no sentir celos de tanta maravilla. La soltó lleno de temor de que esas imágenes lo afectaran también a él, entonces Ingrid cayo nuevamente al suelo y se agarraba la cabeza para ya no sentir. Se veía a si misma en el suelo del balcón de su casa en la ciudad de Bournemouth, cerca de la playa donde alguna vez había juntado caracoles bajo la luz del sol. Ahora todo se veía diferente, su cuerpo se transformaba en una angustia desgarradora de no saber que era lo que sucedía, agonizando a cada trago fatal de su Creador, un ser oscuro y sin sentimientos que se lo conocía como un tío misterioso, hermano de su madre. Esos ojos que la contemplaban nunca los olvidaría. Sus palabras eran eco en su mente.
- "serás mi amante, mi perfecta amante"-
Aliester no soportaba verla de esa manera. Muy despacio volvió a acercarse hasta Ingrid y se agacho para levantarla en sus brazos. Ella no ofrecía resistencia y solo continuaba llorando y temblando fuera de si.
- Dios, ayúdame, no me abandones ahora.- Susurro y se aferró a los brazos de su benefactor. Nuevamente el pantallazo vino a la mente de Aliester, como si ella de pronto tuviera abierto todos sus pensamientos, sin ofrecer resistencia. Se tomo el atrevimiento de penetrar en su mente, usando toda su intuición para llegar hasta el punto máximo de ese dolor. Cerró sus ojos y se dejo llevar por ese corredor de imágenes y sensaciones. Nunca se había permitido penetrar en la mente de Ingrid, pero era tal el sufrimiento de esa mujer, que el solo tenerla en sus brazos, lo debilitaba humanamente. Lo primero que sintió para su horror fue el eco de sus propias palabras "Sin amor fuiste creada y sin amor te secaras". Nunca se hubiera imaginado que fuera eso lo que quebrara por fin la dura coraza de Ingrid. Inmediatamente las imágenes comenzaron a llegar una tras otra y todo comenzó a aclararse. Aliester sabia los datos más superficiales de su transformación y nuca se preocupo por indagar mas allá de lo que ella estaba dispuesta a contarle, pero ahora, desnuda frente a él, podía no solo verlo como un fiel espectador, sino que los sentimientos lo rozaban hiriéndolo. Sabia que Ingrid misma había olvidado parte de su transformación y no le resultaba extraño, ya que la mente humana podía haberse bloqueado en el abrazo y de esa manera protegerse a sí misma. Pero ahora estaba siendo parte de ese hecho, y su propio cuerpo le temblaba.
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Podía escuchar la música de una fiesta en algún rincón de la casa. Ella estaba vestida con un bellísimo vestido en encajes y mostacillas del color blanco de las novias. Aun tenía su ramo nupcial en las manos, estas cubiertas por finos guantes de redecilla. El hombre que tenia enfrente a ella se llamaba Brandon, y Aliester no recordaba haberlo visto en su larga estadía por Londres. Era algo mayor, y tenía una mirada turbia y engañadora. Su tez era pálida y de cabellos negros y sedosos. Los ojos color verde no le daban ninguna gracia a ese rostro de por sí sobrenatural. Ella lo observaba sonriente, mientras le explicaba que la ceremonia estaba por comenzar. Pero el hombre no se inmutaba. Solo la miraba detenidamente en su cuello, cuando se le acerca para susurrarle al oído esas palabras que hoy la destrozaban.
- La oscuridad te necesita, serás mi consorte... mi eterna consorte... - no pudo reaccionar. Ya la mirada de él la envolvía, pero el mordisco de sus mortíferos colmillos, la desvaneció en un sopor infernal. Cuando reacciono estaba en el suelo, aferrada a los brazos de Brandon, que saboreaba aun la sangre en sus dientes. Su corazón lentamente dejaba de latir y perdía el conocimiento a medida que sentía el frío de la muerte. Su último pensamiento mientras la vida se le escapaba era en Mathiu, y lo solo que lo dejaba. A pesar del placer que había sentido y el miedo que comenzaba a cubrirla, no dejaba de llorar. Era un dolor extraño. Cierto remordimiento y vergüenza que se alejaba a medida que sentía algo cálido y líquido, de un aroma sabroso, tocar sus labios y como si una fuerza extraña la moviera se aferró a ese ser que se lo ofrecía. A cada pequeño trago, su fuerza crecía. Se volvía fuerte, entonces entreabrió los ojos y descubrió con horror que estaba bebiendo de la muñeca de ese extraño hombre que la había alejado de la seguridad de su cuarto donde sus madrinas la preparaban para entrar por el atrio de la pequeña Capilla familiar en la casa. Quiso desprenderse, dejar de beber, pero ya no era ella la que pensaba, y como un hechizo la sangre de él la retenía. Cuando por fin sintió que su cuerpo ya no necesitaba más de aquel perturbador placer, cayo a un costado sintiendo como todo en su cuerpo empezaba a morir.
- Despierta.- le grito Aliester y le tomo el rostro con sus manos, asustado. Ingrid apenas entreabrió los ojos y aun perdida en sus pensamientos, balbuceo.
- Que me has hecho.-
Ahora puede sentir como esa sangre corre a toda velocidad por sus venas y con mucha culpa aun siente ese placer, pero también sabe que esta perdiendo su vida y con ella a lo que mas ama. Quiere llorar, pero en ese instante un profundo dolor nace en el centro de su estomago y todo su cuerpo tiembla.
Casi con desprecio el hombre la hace a un lado e intenta silenciar sus gritos.
- No grites chiquilla, nadie te escuchara.- Se acerca hasta el rostro de Ingrid y la acaricia con los labios. - Recuerda, serás mi consorte, mi perfecta consorte.-
Aliester puede sentir el miedo de Ingrid ante esa ignorancia. No entiende aun lo que esta pasando y recién se percata del hecho cuando al secarse las lagrimas, sus delicados guantes de redecilla blanca quedan manchados de sangre. Aquel ser despreciable de un tirón la levanta del suelo, y la saca de allí.
- Debemos irnos antes de que se den cuenta que has desaparecido... -
Ingrid lo sigue aun consternada. Las estrellas tienen otro brillo, los colores otra textura, y el mundo mismo parece un crisol de emociones y voces. Su sed es lo único desagradable, y el vacío visceral que siente en su cuerpo. Una extraña sensación de que ya no le pertenece, o peor aun, que solo es una caja para su alma ahora totalmente vulnerable y confundida. El hombre no le explicaba lo sucedido y solo le tapaba la boca para que no gritara y así escapar con su preciada joya. Una joya que temblaba de miedo, vestida como una novia que no llegaría nunca al altar, con su ropa de seda y brillos, manchada por sus propias defecaciones, y el rostro despintado en sangre por las lagrimas. Todo esa realidad había quedado encerrada hasta ese entonces en que aferrada a los brazos de Aliester, el miedo y el horror que siente le llegan a él como una herida y casi en un impulso por salvarla a ella misma de sus propios recuerdos, la hace revivirlos.
- Ya todo termina, mi amada... nada malo sucederá, todo esto ya termina, ya termina... - le repetía como un poseso, mientras apoyando su mano sobre su cabeza y con los ojos llenos de lagrimas, interfería en sus recuerdos.
Un hombre alto, de largos cabellos, con el rostro tapado por la penumbra de la noche, la levanto del suelo y arreglo su cabello.
- La novia no puede faltar... Los querubines de la iglesia esperan vuestra entrada mi señora... -
Ingrid acomodo su vestido y miro en derredor, donde Brandon se desvanecía entre la bruma. El hombre de largos cabellos paso sus manos por la seda manchada y todo volvió a brillar. Le ofreció su mano, que ella agarro amablemente y trato de mirarlo.
- que sucedió... - pregunto.
- Eres inmortal, mi pequeño ser humano. Te han tocado con el don de la inmortalidad y ahora todo parecerá diferente, pero no os preocupéis por eso, ahora disfruta de estos últimos minutos de tu vida mortal, y recuerda... siempre recuerda que detrás de esta oscuridad aun podemos sobrevivir como humanos... - entonces empujo la puerta de la sagrada iglesia, y el coro de los niños que esperaba ansioso la entrada de la novia empezó a entonar un Ave Maria glorioso para ese momento.
Aliester se soltó de Ingrid sin fuerzas y cayo a un costado. Ella permanecía en el suelo, pero su expresión era ahora de paz. La alzo en brazos y subió hasta el dormitorio. Allí la deposito en la cama, y se quedo a su lado mientras afuera la ciudad empezaba a amanecer.
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Mensaje por eternasaiara Miér 22 Dic - 10:36:20

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- Solo me fui porque te amaba y porque te amo tanto se que si me pides que te olvide intentare hacerlo no importa lo que me duela. - la voz de Ingrid lo sobresalto. Se había quedado dormido a su lado, sentado en la silla, y ella ahora lo miraba desde su cama.
- Tus sentimientos son tan inocentes, que me regalas recuerdos que atesorare como un sueño, pero me dejas saber quien soy y eso me hace fuerte. Se que Brandon no fue un gran maestro, pero era lo único que tenia en ese momento, y si no hubiera sido por esa desesperación de escapar de él, nunca te hubiera encontrado.-
Aliester la observaba en silencio. Se acerco a la cama y limpio las lagrimas, ahora secas, del rostro perfecto e inmortal de ella. Se quedaron mirando mientras el corría un mechón de cabello rojizo.
- No quería entrometerme, pero era más fuerte la desesperación de verte así... -
- Lo se... me quebré... me deshice como si fuera panecillo caliente... - le dijo con una sonrisa. El también sonrío y sus ojos ya no tenían esa expresión de indiferencia. Había otro brillo. Otra luz. Por fin se dejaban ver tal cual eran. Los ojos de alguien que ama lo que esta observando.
Afuera la nieve seguía cayendo, afuera una sirena policial, una bocina, el maullido de un gato. Tal vez no fue intencional o no se dieron cuenta, pero sus rostros se acercaron peligrosamente. Apenas rozaron sus labios cuando el se hizo a un lado y quedo a un costado de su cuello. Ella bajo el rostro tímida.
- que pasara ahora.- susurro.
Ingrid bajo la mirada al suelo y luego volvió a enfrentar los ojos de Aliester
- ¿Seguiremos luchando contra algo que ninguno de los dos puede detener?-
- ¿Detener?- pregunta Aliester sorprendido.
Ingrid se levanto con la ayuda de Aliester y por un instante todo pareció darle vueltas, aun no estaba del todo bien .Cuando hubo recuperado el equilibrio se dirigió a la ventana dándole la espalda a Aliester. Afuera seguía nevando.
- Los dos tratamos de disimular que esto no existe, pero mientras más nos alejamos el uno del otro, mas fuerte se hace la necesidad de estar juntos. Más fuerte se hace el vínculo. Dime Aliester, ¿Que podemos hacer?-
- shhshh... Ya no hables... Ya no quiero escucharte decir cosas sin sentido... - le dice mientras toma su pequeño rostro con sus largas manos. - Yo, te necesito y eso es lo que importa. Tu, me necesitas, no le demos el gusto a los demás, a los que no entienden nuestras soledades... Tú, eres tan frágil, que a veces dudo en abrazarte y amarte, pero si es lo que me pides, estaré contigo siempre...-
Ingrid cerro los ojos y beso las manos que la sostenían.
- Hace años te demostré mi amor y eso no ha cambiado, tampoco nunca cambiara. Aun te necesito, Aliester, necesito que la noche no me sorprenda sola. Aun necesito de tus miradas cómplices. Te amo Aliester, mas allá de todo te amo y no puedo evitarlo.-
Aliester la beso apasionadamente. Casi loco, como si fuera a escaparse de sus manos. Cierra la puerta de un golpe y mira la cama con Ingrid en sus brazos.
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Mensaje por eternasaiara Miér 22 Dic - 10:36:59

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Leonardo jugaba con la lapicera en una mano y con la otra cortaba el celular.
- Él esta ahí.- pensó y observo el ramo de rosas que había comprado esa tarde. Luego levanto la vista hacia la puerta de su oficina y se acomodo en el sillón. Apretó el intercomunicador y le hablo a su secretario.
- Charlie, has pasar a la señorita Checkber.-
Unos pocos segundos después, una elegante pero sencilla mujer abría la puerta.
- Buenas noches, Srta. Checkber... La estaba esperando.- le dijo Leonardo mientras la observaba acercarse al escritorio. La mujer tenía el cabello rubio y largo que le caía sobre la espalda. Vestía una chaqueta de pana color azul marino y unos jeans ajustados. A pesar de su cara aniñada, su mirada dejaba entrever cierta madures que la hacia aun mas atractiva.
- Sr. Scarleone, es un gusto conocerlo. Me han hablado tanto de usted que aun no creo que me haya mandado a llamar.- le dijo la mujer quitándose la chaqueta. Debajo de esta, una polera negra que se ajustaba perfecta a su esbelto cuerpo.
- Tome asiento.- se apresuro a decirle Leonardo mientras le acercaba el sillón. Se quedo contemplando por un momento los movimientos graciosos de la joven por querer parecer femenina, pero se notaba que su porte era más bien el de una niña atolondrada.
- Realmente me sorprendió su llamado.- continuo ella.- Me encontraba justo en una misión en la ciudad de Acapulco y la verdad es que estaba muy bien. Pero claro, en cuanto recibí su mensaje, aquí me vine, al frío y al viento nuevamente.- hablo ella sin siquiera tomarse un descanso para respirar.
- Usted es la mejor en lo que hace, LouLou.- Aprovecho en decirle Leonardo mientras ordenaba unos papeles. Luego levanto la vista.- ¿puedo llamarla así?-
Ella sonrío y asintió.
- Venga, acérquese.-
Sobre el escritorio le señalo la computadora. Ella se levanto y observo las flores apreciando el perfume. Luego lo miro. Iba a decirle algo, pero Leonardo la miraba en ese momento con pocas ganas de dar explicaciones a una desconocida.
Se coloco a su derecha. El le cedió su asiento y se quedo a su lado. Antes de sentarse, LouLou hecho su cabello hacia atrás, rozando el rostro de este en el vuelo.
- Oh, disculpe.- se apresuro a decir y luego río al ver que el atractivo hombre le regalaba una sonrisa.
Leonardo pasó uno de sus brazos por encima de ella y apretó el botón del tablero donde apareció por la pantalla, la imagen de un video grabado en el Aeropuerto internacional de Chicago.
- Sucedió la otra noche, en el aeropuerto. Hubo un atraso en los vuelos por culpa de la helada, pero los aviones lograron llegar igual.-
Ella se coloco los anteojos y le dio un aire más infantil aun.
- La niña.- susurro.

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Leonardo señalo la pantalla afirmando lo que ella acababa de decir y ella lo miro por encima de su hombro. Era un hombre apuesto, no había dudas.
- Si, la niña. De pronto el aeropuerto se lleno de niñas. Pero eso no es raro. Observa allí. Sale esa mujer del baño, hasta allí nada anormal. Allí, aparece esa otra mujer... la que corre hacia ellas. Parece un tema de tenencia de menores, nada raro...-
- Pero la niña...- Interrumpió ella.- La otra. La chiquita morocha que esta allí.-
- Esa misma...- Exclamo Leonardo y apoyo su mano sobre el hombro de ella.- Observas todo... La viste. Esta y no esta. Y sola, a esa hora... en un aeropuerto internacional.-
- Se ve inocente, pero tiene esa expresión... Allí, ¿la vez?.- Dijo ella y detuvo la imagen.- Observa el rostro... no es una niña.-
Leonardo se acerco a la pantalla y luego miro a LouLou.
- No. No es una niña común y corriente. Temo que alguien ha creado un niño vástago.-
LouLou observo el cuerpo de Leonardo cerca de ella. Llegaba a oler el perfume caro estilo ingles en su ropa. Todo en el parecía impecable. El cabello bien cortado con un leve toque de desorden, que aun así, lo hacían ordenado.
- No se me acerque tanto, Sr. Scarleonne o deberé meterme en la pantalla.-
- Oh, disculpe.- Se sonrió el y dio un paso atrás.- Es que...- empezó a decir pero se interrumpió por que ahora la imagen mostraba a un hombre que aparecía y la mujer con una cruz en la mano, gritaba fuera de si, tratando de salvarse de los demonios.- La niña.- Volvió a repetir el.- ¿A quien me recuerda?-
- ¿Debo acabar con ella?-
- No. Aun no. Primero quiero saber quienes son todos ellos ya que nunca los había visto por la ciudad. Ni al hombre, ni a la mujer, ni a ninguna de las dos pequeñas.-
- Chicago es grande.-
- Se quienes entran a la ciudad.- Le contesto el caminando en círculos por detrás del escritorio.- Además, y por sobre todo, debemos encontrar al creador de esa criatura. Las leyes prohíben niños... salvo unos pocos han logrado romperlas, pero no creo que esa niña pertenezca a uno de ellos.-
- ¿Cual es mi misión?-
- Por partes, muchacha.- Dijo el y le pidió su lugar en el escritorio.- Primero los datos. El vuelo provenía de Londres. Vuelo nocturno. La mujer de gris hacia más de una hora que esperaba predicando el evangelio en una de las esquinas del aeropuerto. La otra llego tarde. Se pudo arrestar a una. La de gris. Enga Servinnossa. Rusa, supuestamente no hablaba ingles, pero ya no importa. Apareció muerta en la sala de interrogaciones.-
- Antes de interrogarla, supongo...- interrumpió LouLou. Leonardo asintió con la cabeza.
- Las palabras que utilizaba eran características de alguna secta religiosa. Podes empezar por allí. La otra mujer aun la estamos investigando. El hombre... Al hombre no se le puede ver la cara muy bien, así que vamos a tardar un poco mas y...-
- Descanse un momento, Sr. Scarleonne...- dijo ella y se apoyo en el escritorio con las manos extendidas.- Vamos por partes, usted lo dijo. La señora Enga no hay dudas era una fanática religiosa...-
- Tenia entre sus pertenencias una abultada Biblia con escritos extraños y sin sentido. Varios crucifijos y estampas varias de Santos.-
- ¿Los vistes?-
- No. Esta en el informe. Tal vez allí exista alguna dirección o algo que la relacione. Yo no puedo ocuparme de esto. Es un tema que no entiendo mucho, pero usted es una experta en casos así...-
- Lo que me preocupa es que se trate de Cazadores y no solo de fanatismo...- Pensó ella en voz alta.
- En ese caso todos estamos en problemas...-
- Quisiera ver esas pertenencias.- dijo ella girando hacia el.- Si, acepto el caso. Quiero averiguar quien es y descartar la hipótesis de que sean Cazadores o vástagos. Quiero saber por que dentro de un aeropuerto internacional, empezó a gritarle incoherencias del fin del mundo a una pequeña niñita... -
- Hay cosas anormales sobre la tierra...- Suspiro Leonardo mientras observaba la pantalla del computador.
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Mensaje por eternasaiara Miér 22 Dic - 10:38:31

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Ingrid despertó sobresaltada. Golpeaban la puerta de su dormitorio con insistencia. Los criados tenían orden de no molestarla hasta que ella no despertara completamente pero al parecer esta vez se trataba de una urgencia. Busco a su lado el cuerpo de Aliester pero el espacio frío en la cama le recordó que el nunca despertaba con ella. Se pregunto si aun estaría allí, en la habitación, pero era tal la oscuridad que prefirió quedarse con la duda. Por una de las ventanas entraba el aire frío de Chicago y aunque no le afectaba, se acurruco aun mas entre las sabanas.
Los golpes insistieron en la puerta y se acomodo para levantarse. Aliester apareció apenas por uno de los costados del cortinaje y al ver que Ingrid se levantaba volvió a la soledad del balcón.

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- Que sucede.- dijo algo molesta mientras habría la puerta. Una de sus criadas estaba allí.
- Señorita, el Señor Scarleonne la espera abajo. Creí que era conveniente avisarle.-
Ingrid miro hacia los costados del pasillo y por una de las puertas, David la miraba en silencio. Este hizo una seña de esconderse y cerró nuevamente la puerta de la habitación. Ingrid miro dentro de la suya. No había tiempo de dar muchas mas explicaciones así que decidió bajar, en salto de cama, y dar por finalizada la visita.
Leonardo había decidido llegar temprano a visitar a Ingrid. El caso que tenía entre manos era de suma importancia y pensaba darle a ella, el honor de trabajarlo. Por otra parte, tal vez el hecho de llegar tan temprano, era una excusa de verla. De estar seguro que esa noche, ella había dormido allí. Aunque el lo negara, a veces los celos actuaban en su contra y lo hacían actuar desordenadamente.
Miro hacia la escalera por donde ella ahora bajaba y se quedo mas tranquilo al verla allí en salto de cama. Por lo visto la había despertado, pero tenía una buena excusa y la reprimenda no seria mayor.

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- Ingrid, disculpa la hora pero... - dijo el mientras miraba en derredor. Había algo en esa sala que no coincidía. Algo que le molestaba.
- Leonardo... Creí que llamarías... habíamos quedado en eso...- le reprimió Ingrid y piso sin querer unas muñecas de Ciara que habían quedado olvidadas en el borde de la escalera. De pronto el mundo pareció girarle y la cabeza empezó a maquinar como hacer para ocultar algo que tal vez él ya había visto. Por suerte el salto de cama de seda y tul color crema, le llegaba a las pantorrillas y de un empujoncito, las hizo a un lado, mientras empezaba a reír.
- Leonardo, no puedo creer que te hayas levantado tan temprano...- decía ahora nerviosa mientras seguía bajando los escalones.
- Bueno, tampoco es tan temprano, Cariño. Mira, tengo un caso que te dará mucho puntaje para tu carrera...- dijo el mientras giraba buscando su portafolios que había quedado sobre la mesita de entrada.
- No.- grito Ingrid antes de que el terminara de girar y se abalanzo a rodearlo con sus brazos. Sobre el sillón, había quedado de la noche anterior, el abrigo de Aliester. Horrorizada miro por sobre el hombro de Leonardo mientras pensaba como hacer para desaparecerlo. Una cosa era dar por finalizada la relación, pero otra y muy diferente era ser engañado antes de que todo termine. Leonardo la tomo de la cintura y se sonrío.
- Bueno, que te sucede ahora cariño.-
- Es que necesitaba el beso de despedida.- dijo ella mientras lo besaba empujándolo hacia la puerta.
- Todavía no me voy, amor... espera un poco... te noto nerviosa... Solo quiero buscar mis papeles y...- Dijo el haciéndola a un lado y dando la vuelta.
- No.- volvió casi a gritar mientras lo agarraba de la mano y lo hacia girar de nuevo. Pero ante su desesperación, por uno de los costados, David agarraba a Ciara que había aparecido por el costado de la escalera, desde la cocina. Ingrid volvió a girarlo mientras veía como David se la llevaba de allí, tapándole la boca para que no hiciera ruido. Leonardo rió ante las sorpresivas volteretas e Ingrid trato de disimular sus nervios que esta vez parecían fallarle.
- Dios.- Dijo al final agarrándose la sien.- que si te quieres ir... que si quieres quedarte... yo aun no me vestí y no creo que sea momento de que me muestres nada, además de que vos y yo tenemos que hablar y...- Decía Ingrid mientras Leonardo sacaba una carpeta de su portafolio. En ese momento se detuvo y miro hacia el sillón. Como un autómata le entrego la carpeta y sin dejar de mirar el abrigo sobre el mismo, se dirigió hacia el.

Ingrid ojeo las hojas y casi no presto atención a lo que decía Leonardo, ya que entre las imágenes bajadas de una cámara, se veía a David con Ciara en el aeropuerto.
- Que hace esto acá...- preguntaba Leonardo agarrando la prenda.- El esta acá, verdad.-
Ingrid levanto la vista de los papeles aun pálida por lo que estaba viendo, y las piernas empezaron a temblarle cuando lo miro.
- ¿Que es esto?- Pregunto ella aun aturdida. Poco le preocupaba el abrigo, pero si descubría a Ciara y David, las cosas se complicarían aun mas.

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- Lo mismo pregunto, Ingrid... Espero que no estés engañándome por que no soportaría tener que confiar luego en vos...Donde esta él...- dijo Leonardo, mientras miraba en derredor. Camino hacia ella, e Ingrid dio un paso hacia atrás.
- Puedo explicarte, pero antes necesito saber que es esto.-
- Me importa un bledo ahora esto, Ingrid... El estuvo acá y no me lo dijiste.- Le contesto sacándole la carpeta de las manos.- esto podemos hablarlo mas tarde, pero si el vino a molestarte, debes decírmelo. Sabes que no tengo nada contra él, pero no me mientas.-
- Yo... no se... es que... no se que hace eso ahí y...- Se interrumpió Ingrid.
- Eso es mío.- Se escucho la voz que provenía de uno de los ventanales. Ingrid giro sorprendida. Allí, la figura inmensa de Lars los miraba a los dos. Dio un par de pasos hacia el sillón y agarro la prenda.
- Me lo olvide anoche, cuando regrese del bosque. Lo siento, Srta. Ingrid. Prometí no volver entrar a su casa, pero como usted y yo compartimos todo, siempre es bueno una interesante lectura antes de internarme al bosque nuevamente.- dijo el hombre del Bosque sin apartar la mirada de ella.
- Leonardo.- dijo Ingrid agarrando de un brazo a Lars.- El es el Lars, con el que comparto la casa. Lars Lancaster, Leonardo Scarleonne.-
Leonardo extendió su mano y se saludaron.
- Creía que... discúlpame Ingrid... No quise molestarte ni agredirte, pero es que las cosas a veces me superan y...-
- Esta bien, Leonardo... Te entiendo. Será mejor que te vayas ahora y te tranquilices. Yo aun debo vestirme y luego pasare por la oficina...-
- Esta bien... Hablaremos allí...- Dijo Leonardo mientras se dejaba llevar hasta la puerta. Agarro su maletín y guardo la carpeta ante la mirada de Ingrid. Ya se tomaría el tiempo de ver ese tema y como había llegado allí.
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Mensaje por eternasaiara Miér 22 Dic - 10:39:25

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Ingrid miro hacia la ventana como los delicados copos de nieve caían dando vueltas formando extrañas figuras hasta llegar al suelo donde se formaba, poco a poco, una capa blanca que lo cubría todo. Cerró los ojos y como en sus días mortales dio un suspiro, sonrió y volvió a mirar a Aliester.
- Se fue.- Dijo y se arreglo el cabello. Aliester pareció no escucharla. Estaba sentado sobre sus rodillas arriba de la mullida alfombra y meditaba con los ojos entrecerrados.
- Se que no esta bien lo que le estoy haciendo, Leonardo no se lo merece y...-
- Si se lo merece.- le interrumpió Aliester y volvió a quedarse en silencio.
- No. Es un buen hombre...-
- No es un hombre... es un vástago tan oscuro como tu o yo...-
- Ya basta Aliester... y mírame cuando te hablo... ¿que es lo que estas haciendo?-
- Estoy buscando a mi protegido... Pero no hay señales de el...- Le contesto mientras abría los ojos.- ¿Que me decías?-
- No se, ya me olvide.- Ella se agacho frente de el.- ¿Que harás con Ciara?-
- Ciara debe volver a donde estaba. Cuanto antes por que si Leonardo ya tiene datos sobre ella, no tardara en encontrarla. ¿Tu sabes la historia de Scarleone?.-
- No, no me importa meterme en la vida de los otros. Creo en el...- Dijo Ingrid y beso sus labios.- No quiero saberla tampoco.-
- Pregúntale quien fue Mariana.- Igual continuo Aliester y se levanto de su meditación ayudando a Ingrid.
- ¿Mariana? Nunca me hablo de Mariana... bueno, yo nunca le pregunte por su vida personal...-
- Los Decanos Disciplinantes suelen tener oscuros recuerdos...-
- Deja ya de hablar de el, como si fuera una de esas alimañas con las que tu andas.-
Aliester la agarro de la cintura y beso su cuello suavemente sin morder.
- Mariana era su pareja... Aristocrática como el, hermosa... como todas las Aristocráticas... y muy buena.-
- ya basta Aliester, te dije que no me interesaba.- dijo ella haciéndolo a un lado y abriendo la puerta para salir. Aliester la siguió.
- Tan buena, que se ocupaba de defender lo que el no podía salvar.-
- Puras tonterías...Deja ya de inventar.-
Ella bajo las escaleras y vio a David leyendo un libro en el living. Ciara miraba dibujos animados en la televisión.
- Pregúntale quien fue, Sanyos Bilpur. Mejor te lo cuento yo...- dijo Aliester apoyado con sus dos manos sobre la baranda de la escalera.- ¿Recuerdas a Sanyos Bilpur, David?-
David miro a la pareja y asintió con la cabeza. Había escuchado hablar de el en Europa varios años atrás.
-Era un Hombre del Bosque. Vivía en los bosques, no se metía con nadie ni molestaba siquiera. Pero un día se equivoco... entro en frenesí dentro de una posada e imagínate lo que ocurrió...-
Ingrid se dirigió hacia donde estaba Ciara y acaricio su cabello. Esta apenas la miro.
- El pobre Hombre del Bosque apenas destrozo el lugar y mato al dueño... era el único que se encontraba allí... a esa hora... Tal vez discutieron, tal vez algo lo venia molestando... que se yo... nunca entendí la mente de los Hombres del Bosque.-
- Basta Aliester... no me interesa escuchar la historia de ese tal Vilbo, Guilbor o quien sea.- Ingrid lo miro con los brazos en jarra mientras veía a Aliester bajar por la baranda de la escalera. Se veía muy infantil. Ciara también lo miro y se sonrió.-
- Solo estoy contándote... es parte de la historia de nuestra raza... El pobre Sanyos se equivoco y los Disciplinantes salieron a su caza. Ni siquiera era la orden de eliminación, solo había que detenerlo y darle su merecido... Las reglas habían sido rotas y alguien tenia que pagar... ¿No crees mi pequeña Jueza?-
- ¿Te estas burlando de mi?- Le pregunto Ingrid. Aliester se le acerco y la tomo de la cintura.
- No... Te cuento algo que deberías saber... Todos querían a Sanyos Bilpur, hasta la joven y atractiva Mariana, Pareja de tu Leonardo.- Ingrid quiso soltarse, pero Aliester estaba allí. Este giro para mirar a David.- ¿Recuerdas a Mariana?-
David asintió con la cabeza y miro a Ingrid.
- Mariana oculto en su refugio a Sanyos... Lo oculto por que no consideraba esa falta tan grave. Ella estaba segura que todo podía arreglarse. No habiendo testigos, ni pruebas, el pobre Sanyos solo debería cumplir una pequeña condena y aprender su lección, pero Leonardo lo descubrió antes de que los otros Decanos Disciplinantes supieran... Y lo mato.- dijo Aliester y sostuvo las manos de Ingrid sobre su pecho. Luego beso sus dedos.
- Es un Disciplinante... El sabe lo que hace. No puedes juzgarlo si no sabes que sucedió realmente. Tal vez ese vástago se enfureció nuevamente o realmente era peligroso.- le contesto Ingrid sacando sus manos de las de el.- Hasta yo lo hubiera matado si se me rebelaba... -
- También mato a Mariana...-
Ingrid que le había dado la espalda, giro apenas y lo miro. Detrás de Aliester, David levantaba la vista de su libro.
- Aliester, ya basta... fue algo que sucedió hace mucho... El hombre pudo haber cambiado.- se atrevió a decir David y cerro su libro.
- ¿Es eso verdad David?- pregunto Ingrid acercándose a el.
- Si, fue luego de un juicio, lógicamente. Según dicen ella también fue juzgada.-
Ingrid no quiso escucharlos más. Subió a su habitación y se quedo allí pensando en todo lo descubierto. Leonardo no tenia por que ser mas diferente a ninguno de ellos. Simplemente era un vástago con sus fantasmas. Le sorprendía, quizás, que el no confiara en ella, en contarle esas cosas. Pero tampoco iba a pretender que le contara la historia de su vida.
Miro su celular con ganas de llamarlo, pero prefirió guardar silencio. Ya encontraría el momento para solucionar eso.
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Mensaje por eternasaiara Miér 22 Dic - 10:39:45

CAPITULO

Aliester bajo por las escaleras y miro a su alrededor. Observo al hombre del bosque, y luego a Ingrid. Lars saludo con un meneo de cabeza y dejo la prenda sobre el sillón.
Ingrid se sintió perturbada. Igual le sonrió a su amigo que sin decir palabra, se retiro por una de las puertas del jardín.
Su perro negro lo esperaba afuera.
- Volvió Lars.- Fue lo único que dijo Aliester.
- Si…- siempre me sorprende con sus apariciones. – Trato de sonreír Ingrid, mientras tomaba las manos del mago.- Leonardo también vino… Hay algo importante que debo decirte y…-
Aliester la miraba serio. La interrumpió con un beso en la frente.
- Ahora no puedo, Ingrid. Piensa bien que harás con el, o que harás conmigo… Te daré tiempo si quieres para pensar, pero ahora debo irme. Es muy importante que la pequeña Ciara salga de Chicago cuanto antes.-
- Si, claro… Lógico… Pero…- alcanzo a decir Ingrid, cuando Aliester ya agarraba sus ropas y la besaba esta vez en la mejilla.
Ingrid se quedo en silencio, observando como se dirigía hacia la puerta.
Aliester se detuvo y giro para mirarla. Se volvió a acercar y le tomo el rostro con las manos y la beso en los labios.
- Debes decidir que harás con nosotros, mi pequeña Ingrid. Aprovecha el tiempo que yo no este, para que puedas pensar. A los dos nos quebraras el corazón, pero solo uno tendrá tu amor...- Y volvió a besarla.
Ingrid tenía los ojos brillantes. Lagrimas de sangre intentaban escapar, pero con una sonrisa, trato de disimular su tristeza.
- Pero… ¿A dónde vas?-
El tardo en responder. Pensó muy bien las palabras. Decidió no decir nada.
- Cuídate.- Fue lo último que le dijo a Ingrid y Aliester término de salir.
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