Al principio de todo, hubo un comienzo...

Han pasado diez años…
El tiempo, como un suspiro, se llevo recuerdos y rencores.
Y silencios… y secretos.
Gabreel observa la pared gris de su Eliseo. El olor de la sangre lo envuelve. Sus prisioneros, clavados en sus estacas, comprenden por fin, que con él no se juega. Se los advirtió cuando entraron a su ciudad. Lo reconocen ahora, consumiéndose.
Hace diez años atrás, en ese mismo lugar, concretaba el trato mas extraño de su existencia. Nunca pensó que su inmortalidad podía pender de un hilo. De una simple y egoísta decisión. Y tuvo miedo. Por primera vez, se enfrento a esa verdad. Y temió por el futuro.

En su cabeza, tiene miles de asuntos que solucionar. Pero uno solo le quita el sueño. Mira la pequeña caja de madera, ahora vacía, que sostiene en su mano. La huele. Sabe que hubo sangre allí dentro. Observa los arabescos de la caja. Siente las impresiones que esa madera le deja en su mente.
Paso por muchas manos, antes de detenerse en él. Se sonríe.
La explosión del laboratorio, fue una advertencia.
La caja cruje soportando la fuerza de su mano.
William no tiene explicaciones para él. Y los jóvenes vástagos, no tienen idea del peligro que ese odre perdido supone. La vida esta en el. La vida, y eso lo estremece.



William observo nuevamente los informes de la ciudad. Más humanos se unen a la causa que ellos intentan ocultar. Ciertas organizaciones están en contra de las nuevas bestias que pueblan sus ciudades. Pero ya no se puede detener. Seria una masacre, sacrificar tantos testigos.
Los nuevos vástagos, intentan unir sus vidas con los mortales. Han creado nuevas leyes, no muy lejanas a las antiguas, y los humanos solo aceptan la verdad a medias. No entienden quienes son esos personajes fascinantes que compran ahora sus propiedades, o se presentan junto a sus hijos. Han leído demasiada lectura fantástica de seres amorosos y brillantes.
Pero no todos están contentos. También están los otros. Los que no toleran el cambio.
Los que lucharan con toda la fuerza que les ha dado la inmortalidad. Y ante esos seres las nuevas generaciones se empiezan a enfrentar.

Chicago se estremece ante esta nueva oleada de muerte. Ya nos e trata de sobrevivir una noche mas en la ciudad mas conflictivas de todas. Antiguos, anarquistas, y tradicionalistas, se unen para sofocar la nueva travesura de unos pocos. Unirse a los humanos. Alimentar a aquellos, que tarde o temprano, serán comida para los vástagos.



Ingrid Whitestone y Moina Mc Greggor se volvieron a mirar. Una frente a la otra, se mantuvieron en silencio, esperando la respuesta de la otra.
- Solo lo hago por el.- Fue al final la respuesta de Moina y salio de esa habitación. Afuera la esperaba la noche.
- Lo se…- Susurro la mujer pelirroja al silencio de la sala. El movimiento había comenzado y nada lo detendría. Moina y ella solo eran fichas en ese enorme tablero de ajedrez en que la ciudad de Chicago se había convertido. Horas atrás, Ingrid había recibido la llamada de Diego Rivera, ese fiel cómplice suyo. Y le confirmaba que era verdad lo que se comentaba.
Alguien había descubierto la pócima para regresar a la vida a los vástagos. Ese rumor, poco a poco, cobraba fuerzas, e Ingrid no podía dejar de pensar en una sola persona.
Por eso, la ciudad debía estallar. El mundo debía preparase para dejar de vivir en un sueño, y enfrentarse a la realidad de que dormían entre monstruos.
Por que una vez que volvieran a la vida, ya nada los detendría para creerse Dioses en un mundo de inocentes mortales.
Y el... el seria condenado finalmente, repitiendo la historia como si nunca fuera a tener un final.